El Programa Patagonia y el Proyecto Macá Tobiano completaron un año más de trabajo, llegando al generoso total de 15 años ininterrumpidos de acciones de investigación y conservación en Patagonia. Como todos los años anteriores, el foco principal de trabajo estuvo puesto en el Macá Tobiano, la especie con mayor urgencia de conservación que, además, se ha convertido en una bandera para la protección de toda la región. El Programa Patagonia continúa con la misma visión desde sus comienzos: generar acciones de conservación y manejo basado en evidencias científicas sólidas, así como de transmitir las experiencias a la sociedad, tanto a través de educación, divulgación y transferencia directa de capacidades a las instituciones del estado.
Hoy más que nunca consideramos importante discutir o, mejor aún, conversar aspectos fundamentales que tienen que guiarnos a quienes trabajamos en conservación. Por un lado, es necesario dejar atrás la dañina falacia del falso dilema planteado de que hay dos formas básicas de hacer conservación. Por un lado, la de los que ejecutan acciones de manejo siguiendo sus percepciones sin esperar a la “burocracia” académica. Por otro lado, las “vetustas” ideas de alguno/as científico/as que en el afán de investigar en búsqueda de un conocimiento acabado de las situaciones, no toman parte de la acción, e incluso, en ocasiones, cuestionan las acciones que se están ejecutando. Esta visión dual, injusta en casi todos los casos, fue lamentablemente planteada como una filosofía de trabajo en un dizque manual de conservación. De esta forma, posicionan de lados opuestos dos partes inseparables de un todo que para que la conservación funcione deben estar perfectamente alineados.
En el Programa Patagonia creemos que la falta de información no puede detener la acción, pero también creemos que la acción por sí misma, sin evidencias ni evaluaciones, no es ninguna solución a los problemas reales. Cada acción de conservación o manejo debe ser pensada en el contexto de la información existente y la aún ausente, y debe ser evaluada constantemente, puesta a prueba y adaptada a medida que nueva información sea colectada. Cada nuevo trabajo científico (informe, paper, etc.), realizado por nosotros mismos o por terceros, debe poner a prueba la validez/éxito de nuestras acciones y no debe la tozudez comprometer la adaptabilidad de la acción. El error es parte del trabajo y el ajuste debe ser parte del proceso natural de los proyectos de conservación.
También pensamos que no se puede hacer por hacer ni supeditar las acciones a las demandas actuales de las redes sociales. Manipular especies por el hecho de manipular, sin fundamentar los objetivos de tal acción, sin tampoco contemplar impacto real positivo o negativo para sus poblaciones, afectando otros actores (i.e., proyectos de conservación, de investigación, pobladores, etc.) ó tomar decisiones de manejo que no respondan a prioridades reales para la estabilización o recuperación de la especie, es hacer “conservación de Instagram” (i.e., solo pensando en un público urbano, no siempre bien informado). Esto puede llamarse “extractivismo verde”, pero no deja de ser extractivismo. Una de las tantas consecuencias negativas de este accionar es el desvío de fondos que de otro modo podrían aplicarse a proyectos de conservación integrales y aplicados, que atiendan a prioridades y manejen tanto a las especies como el impacto de sus amenazas. Otro riesgo es “pintar de verde” la cara del/los estado/s, vendiendo acciones de manejo sin impacto que sirven para justificar la inacción en problemas reales. Y así muchas más.
Por otro lado, tampoco pensamos que la solución es estar en el extremo de aquellos que se autoproclaman conservacionistas siendo que su aporte se restringe a lo académico, publicando meta-análisis de temáticas de actualidad, o haciendo micro experimentos y sin involucramiento real con la problemática, esperando que un actor o individuo no identificado previamente lea, adapte y aplique los resultados de sus trabajos. Otro lado negativo de este abordaje es que estas publicaciones se usan para definir cuales son las medidas de conservación a realizar sin experiencia alguna en el terreno, en la sociedad, es decir, desconociendo las complejidades de los sistemas en que deben ser aplicadas. Estos trabajos e investigaciones son importantes, pero al igual que hacer manejo sin objetivos claros, no pueden ser los que guíen las necesidades ni políticas de conservación.
Con un año más de experiencia confirmamos la importancia de “jugar en equipo” con la sociedad local y con otras instituciones. El Programa Patagonia se vio afectado debido al mal manejo social causado por los métodos extractivistas de organizaciones que se autoproclaman conservacionistas, pese a limitarse a vender productos empaquetados más similares a parques temáticos que a proyectos de conservación real y de impacto. Nuestro trabajo junto al estado provincial, a municipios, a productores ganaderos y a la sociedad en general ha devuelto en parte la relación que supimos tener, generando acciones conjuntas para el beneficio del ambiente y la sociedad, aunque aún hace falta más trabajo. Es importante entender que no todo son recursos económicos, ni que todo se resuelve haciendo aportes económicos directos o en especias a una selección de actores de la zona. Hay que trabajar en conjunto para poder ser efectivos en la búsqueda de respuestas y en la resolución de los conflictos humano-animal. Se necesita humildad para entender que la biodiversidad no es propiedad privada. Cada proyecto que encaramos debería contemplar las visiones de gran parte de la sociedad. Abordar las diferencias desde la idea de que la biodiversidad sólo estará segura si hay detrás una sociedad que comprende y concuerda con la necesidad de conservarla, con la importancia de promover ambientes sanos y resilientes.
Por todo esto también es que nos alegra presentar aquí el informe de temporada 2022-23, con resultados de trabajos que esperamos aporten a la conservación de la biodiversidad en toda la Patagonia.